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IGUAL DE VÁLIDAS SIGUEN SIENDO HOY ESTAS PALABRAS DEL YA BEATO JUAN PABLO II. SIGUE VELANDO POR NOSOTRAS, STO. PADRE

viernes, 29 de abril de 2011

JUAN PABLO II BEATIFICACIÓN


Para que la Pascua sea aún más gozosa y el día de la Divina Misericordia se revista de gloria aún mayor, el próximo domingo, día 1 de Mayo, será beatificado nuestro muy querido Papa, Juan Pablo II magno.
Unidas a toda la Iglesia, en acción de gracias a Dios, que nos regaló semejante Pastor y Guardián, para nuestras almas y para la edificación y consolidación de nuestra Fe en Cristo, elevamos un canto de alegría rebosante por tal evento. Mucho le debemos las Carmelitas Descalzas a tan venerado Padre. Que él nos alcance, desde el Cielo donde mora, las gracias necesarias para vivir nuestra Regla y Constituciones con el fervor y el amor que quiere Dios y quiso Ntra. Santa Madre Teresa al fundarnos.
En la plaza de S. Pedro, del Vaticano, estaremos todas las Carmelitas acompañando a nuestro "dulce Cristo en la tierra" actual, Benedicto XVI, a quien amamos y veneramos como a santo en vida y sabio entre los sabios. Que el Señor nos lo conserve muchos años y le consuele y conforte en la batalla de cada día.


¡¡ALELUYA, CRISTO VENCIÓ!!

Tras los días de la Semana Santa, vividos intensamente en todo el orbe cristiano, y con un sabor muy especial en los Carmelos de todo el mundo,  hemos iniciado el Tiempo Pascual. En él celebramos la Resurrección de Cristo, nuestro Señor, "pues si Él no hubiese resucitado vana sería nuestra Fe. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos, para llevar a la consumación su obra Redentora." Con Cristo todos hemos resucitado y estamos ya destinados a compartir su Gloria, como coherederos suyos en el Reino.

Resucitado de la Parroquia de Iriépal,
que se estrenará en la Pascua del año 2012. 


   Por ello, la vida del cristiano, la vida de la Carmelita Descalza ha de estar inundada del gozo pascual y contagiarlo a este mundo, tan necesitado de la verdadera felicidad, paz y alegría.
Pero el hombre de hoy se debate en miles de asuntos espinosos que le llenan el alma de tribulación e incertidumbre: guerras, hambre, reveses económicos, enfermedades, terrorismo, mentiras..., y sobre todos ellos, miedo. Un miedo intrínseco a todas estas realidades, en las que se desenvuelve realmente su vida diaria. No podemos olvidarnos de esta verdad y es por eso más urgente nuestro testimonio de Cristianos; de creyentes y seguidores del Cristo, que venció la muerte tras haber despreciado la ignominia de la pasión y la muerte en cruz. Nuestra vida debe ser transparencia de ese gozo, para que los hombres encuentren una razón para seguir esperando y luchando por un mundo mejor. La Fe y la Razón, que tanto insiste nuestro querido Santo Padre, Benedicto XVI, que están íntimamente unidas en Aquel, que es la Verdad  misma y en Quien se apoya todo el existir del hombre. Bien es verdad que siempre tenemos la tentación de Pilatos, de preguntar ¿qué es la verdad? y no querer esperar la respuesta, dando la espalda a la Verdad misma, presuponiendo que en ese Hombre, destrozado por el flagrum, no puede encontrarse la solución a ninguno de nuestros interrogantes. Es entonces, cuando el cristiano debe dar razón de su Fe y su Esperanza, viviendo una vida nueva, semejante a la de Cristo, que haga la diferencia y que al menos, interrogue la conciencia de los nuevos pilatos de nuestro tiempo.

CRISTO HA RESUCITADO. RESUCITEMOS CON ÉL.

Vivamos vida nueva y, ya que hemos resucitado con Cristo,
busquemos las cosas de allá arriba, donde está Él, sentado
a la derecha del Padre, en su Reino, por los siglos. Amén.


viernes, 8 de abril de 2011

A DOS DÍAS


A dos días del Domingo de Pasión debemos encontrarnos ya muy cerca del Maestro; sentir los latidos de su acelerado corazón; intentar, por todos los medios, tener los mismos sentimientos que tenía Cristo en estos momentos de su vida terrena.
Va subiendo, acompañado de sus discípulos, de la Galilea a Jerusalén. Realmente suben, incluso topográficamente hablando, pues Galilea se encuentra por debajo del nivel del mar, mientras Jerusalén se alza unos 700 m. sobre el mismo. 
Pero, suben en una ascensión "tensional" del ánimo; se diría que, casi con alegría. "Jesús se adelantaba", dice el evangelista, y los discípulos le seguían, con buen humor primero, luego con algo de miedo; pues, el Maestro les dijo: "Veis que estamos subiendo a Jerusalén. Allí el "Hijo del hombre" va a ser entregado, por los Sumos Sacerdotes, a los gentiles. Le azotaran, le escupirán y lo matarán; y al tercer día resucitará". 
Muchas son las veces que el Señor les ha hecho este anuncio, y muy a las claras; pero, ahora lo ven más cercano, más real, puesto que con anterioridad le habían querido impedir subir a la fiesta de la Pascua en esta ocasión, pues ven muy encrespados los odios de los jefes judíos hacia el Maestro.
Él, al principio, dijo que no subiría, para evitar ir acompañado de sus  familiares y amigos, evitando con ello que los que le esperaban lo localizaran por los suyos. Pero luego, como de incógnito, sube Él también, acompañado de los apóstoles y discípulos más cercanos. 
De nuevo, el deseo del Señor de no adelantar "su hora"; de cumplir, todo lo que el Padre le encargó, a su debido tiempo; de no transgredir, ni en lo más mínimo, la Voluntad Divina que, desde el primer pecado de Adán, estaba decretada en el seno de la Trinidad Santísima.
Ellos llevan miedo, pero Cristo "se les adelantaba", como quien tiene prisa de alcanzar la meta de su misión salvadora. Como el montañero que escala mirando siempre a la cima, con el inmenso anhelo de verse en ella, pero con el vértigo de la altura, cuánto más sube y se acerca a ella. 
¿Tendría miedo también el Señor en su corazón de verdadero hombre? Seguramente. En el huerto le veremos sudar sangre y pedir que se aparte ese cáliz de la Pasión, que sobreviene inexorablemente, pero sin que deje de cumplirse el querer del Padre. Mas, a la vez que su corazón sentía miedo, sentiría ése ardiente deseo, que luego confesaría a los suyos, de comer la cena pascual, la última cena con sus discípulos, preludio de su entrega redentora en la cruz del calvario.
Estos sentimientos encontrados son los que muchas veces tenemos los seguidores de Cristo; por tanto, vamos por buen camino si, al miedo natural que nos causa el sufrimiento y la cruz, añadimos el deseo ardiente de corredimir el mundo "supliendo en nosotros lo que falta a la Pasión de Cristo". ¿Es que podía faltar algo a esta pasión? Ciertamente, porque el Cristo total lo formamos todos los cristianos, los que hemos sido bautizados en Él y hemos sido anexionados a su muerte y resurrección.
Acompañemos al Maestro en esta subida a Jerusalén; a la Jerusalén mística donde todos los hombres han de ser salvos; a la Jerusalén, ciudad de paz, en que el Hijo del hombre ha de reinar en todos los corazones, por Él y para Él creados. Porque el Reino de Dios, como ha dicho Su Santidad, Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret, es la Soberanía de la Trinidad admitida y recibida y vivida por todos los hombres, que es y será la verdadera y auténtica felicidad de cada una de sus criaturas; ésa felicidad que tanto buscamos y anhelamos, errando casi siempre el único Camino para conseguirla.