Hoy, día 6 de Enero del 2016, en que celebramos la Epifanía del Señor, nuestra Comunidad cumple su 425 aniversario. Fue fundada en 1591, apenas 9 años después del encuentro definitivo de Ntra. Sta. Madre Teresa de Jesús con el Esposo Cristo, en la ciudad de Guadalajara por nuestras Madres Carmelitas de Sta. Ana de Madrid, a instancias del Excmo. Monseñor Girón de Loaysa y con la aprobación del entonces Prepósito General de la Orden, el tan polémico Padre Nicolás Doria.
El Mons. Loaysa se entrevistó con la Santa en su viaje a Madrid y le pidió dicha fundación, pues tenía en mucha estima el espíritu que ella había imprimido a sus palomarcicos, y le dijo quería que fueran sus monjas y no otras, las que se ocuparan de la formación humana y espiritual de las doncellas nobles que hubieran en la ciudad. A la Santa le gustó la idea y dió su aprobación, ya que ella misma tenía en sus Conventos a algunas niñas, como su sobrina o la hermana del Padre Gracián, que luego serían buenas Carmelitas.
Las monjas no perderían en absoluto nada de su vida retirada y de clausura. Más bien eran las jóvenes las que vivían en una semiclausura, que hoy día no sería ni comprendida ni aceptada por sus propios padres. En aquella época, no sólo lo aceptaban, sino que las familias nobles lo solicitaban, para la buena formación de sus hijas.
En estos 425 años de andadura este Carmelo Teresiano ha acogido a numerosas jóvenes que, deseosas de seguir las huellas de la monja andariega y mística, se han santificado amando a Jesucristo por encima de todo, incluso de sí mismas.
Hoy día, la Comunidad pasa, como muchas otras Comunidades de Vida Contemplativa o Activa, la gran pobreza de la escasez de vocaciones. Pero, confiamos en Dios, que hará surgir almas entregadas y fervientes, amantes de Nuestro Señor, como hizo brotar agua de la roca en medio del desierto, cuando el pueblo de Israel andaba su éxodo, hacia la tierra prometida, guiados por la mano de Moisés. Así también, en este desierto de catolicísmo, lleno de serpientes venenosas que quieren imponer un laicísmo intransigente y una dictadura relativista y atea, Dios mismo saldrá por su honra y por la gloria de su Nombre. "No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da la gloria" A esta generación nuestra, de la que formamos parte en lo bueno y en lo malo, también Jesús la podría calificar de "malvada y pervertida", como hizo con la suya, la del tiempo y lugar que le tocó vivir entre nosotros. Mas, llena de gozo contemplar que, en aquella hora también el Omnipotente creó el alma más hermosa y la única inmaculada de la estirpe humana, desde el pecado de nuestros primeros padres: la Santísima Virgen, Madre del mismo Dios,
Ella había sido destinada por Dios, desde el mismo instante en que el hombre se vió caído y en desgracia, para ser la Madre del Redentor, la Madre de la Divina Gracia y de la Misericordia expresada. Tan grave fue la ofensa que el hombre hizo a Dios, que sólo Dios mismo podía repararla. El Eterno, la Sabiduría increada, diseñó en un instante su plan de salvación, y para ello pensó (si se puede decir así hablando de Dios) y amó a LA MUJER, que aplastaría la cabeza de la infernal y mentirosa serpiente. En su presciencia Dios ya sabía que el hombre pecaría y que necesitaría ser redimido de su pecado. Por eso, desde toda la eternidad dispuso crear a la que iba a ser su verdadera Madre, pues engendraría y daría a luz a la única Persona Divina del Hijo, que es Dios de Dios y Luz de Luz, con el Padre y el Espíritu Santo. ¿Cómo habría de ser la criatura, destinada por El mismo para ser su Madre en el tiempo, siendo así que convenía fuese tan perfecta y libre de pecado como el mismo Dios que había de nacer de sus entrañas purísimas? Ya muchos santos padres en la Iglesia han cantado las maravillas que el Todopoderoso realizó en su Santa Madre Virgen, pero (como hace unos días nos escribió nuestro querido Vicario Episcopal, D. Angel Moreno) es muy consolador para la humanidad entera contemplarse representada en la Purísima Virgen, Madre de Dios, para tratar íntimamente, con una intimidad única y maternal, con el Verbo encarnado en ese Niño nacido en Belén, por el Amor Misericordioso de Dios hacia cada uno de nosotros, los hombres.
En este año de gracia jubilar que ha instituido Su Santidad, el Papa Francisco, en honor de la Misericordia, podemos y debemos meditar y contemplar mucho estas verdades de nuestra FE. Cuando algunos nos la quieren arrancar con mentiras, como hizo Satán en el Edén, practiquemos más intensamente la oración y contemplemos esta Misericordia de Dios, que se encarna en "una carne de pecado como la nuestra" para redimirnos del pecado, deseoso de llevarnos al Cielo, a aquella intimidad de Amor en que formemos parte de su misma Divinidad, de su familia. Confiemos, con audacia amorosa, en este Dios, rico en Misericordia, y roguémosle que nos inunde el alma de la suave dulzura y bondad con que El nos trata, para que así nuestro qué hacer con todas las criaturas, especialmente con el hombre caído, sea transparencia de su Amor Divino por cada uno de nosotros. Dejémonos seducir y cautivar por este Amante Divino, lleno de Misericordia, o mejor dicho, que es Misericordia, y no miremos más ni nuestros propios pecados ni las miserias que nos puedan rodear. Miremos sólo al Amor, a la Misericordia Divina, que late en ese pequeño pecho infantil, y dejémonos mirar por El, porque ya dijo nuestro padre S. Juan de la Cruz que "el mirar de Dios es Amar"... ".... y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su Hermosura" Amén.