"¡Qué vacíos estarían nuestros claustros si no los llenara Dios!" (Bta. Isabel de la Trinidad O.C.D.)
Hoy, 25 de Febrero, hemos celebrado en intimidad las Bodas de Oro de la entrada de Nuestra Madre, Mª Antonia del Espíritu Santo, en el Carmelo.
Ha sido un día solemne, de gran júbilo para la Comunidad y para todos los familiares y amigos, que han podido asistir a la ceremonia de acción de gracias al Señor, por estos 50 años de consagración carmelita, que ha concedido a esta sierva suya, nuestra Madre Priora.
Al igual que nuestros claustros ¡qué vacía estaría el alma de la Carmelita si no la llenase Dios! Pero, el Dios que nos llamó, sin mérito nuestro alguno, y que nos hizo capaces, llena nuestras vidas con su Plenitud; para que así, podamos derramar en las almas "el buen olor de Cristo", con ese misterioso apostolado de la oración, el silencio y la generosa penitencia.
También, en palabras de la Bta. Isabel de la Trinidad, podemos decir al mundo una verdad escondida y muy necesaria de conocer: "He encontrado mi cielo en la tierra, porque el cielo es Dios y Dios está en mi alma." La Humanidad entera gime buscando la felicidad en donde no se encuentra; por eso, cuando comparten una fiesta como la de hoy y ven tan felices a las Carmelitas, con tan poca cosa como tenemos y somos, se admiran y se preguntan dónde estará el secreto de esa dicha, que incluso traspasa las rejas y los muros del Monasterio. Nuestra dicha es DIOS solo, porque "sólo Dios basta", como dijera nuestra Madre Santa Teresa de Jesús.
Así, han transcurrido los cincuenta años, de entrega generosa, de esta monja Carmelita Descalza, que dejó un día su casa, en Viñuelas, y a sus padres, Santiago y Margarita, para seguir al Señor que la llamaba en el profundo y secreto silencio del hondón del alma. Muchos años de miradas divinas, llenas de amor y misericordia, para que ella las derramase en las almas, primero de las Hermanas que les iban a ser confiadas en sus más de treinta años de Priora; pero también, en las almas de tantos como han podido experimentar sus desvelos de madre, cariñosa y tierna, llena de verdadero amor de Dios y caridad fraterna y desinteresada, y también de tantísimas otras que jamás sabrán (al menos en este mundo) a través de quién derramó
Dios en ellas las gracias: la conversión, la salud, el puesto de trabajo digno, la paz interior, el encuentro inesperado con un Sacerdote santo... Tantas y tantas cosas como suceden en la vida interior y exterior de los hombres, nuestros hermanos, para los que hemos sido consagradas y unidas a nuestro Esposo Divino y Crucificado, por toda la eternidad. A la medida de nuestra configuración con Él será el bien que repercuta en esta sociedad nuestra, que busca desesperadamente a Dios, aún sin saberlo.
La hermosa ceremonia ha sido presidida por nuestro Confesor, D. Juan Garrido, y concelebrada por nuestro Capellán, D. Lucas de la Villa. A ambos, desde este mini blog, queremos hacer llegar nuestro agradecimiento, así como a todos los que nos han acompañado y a los que no han podido estar presentes por ser día laboral, pero que han estado unidos a nuestras intenciones por medio de la oración.
El canto no ha salido del todo mal, según nos han dicho, a pesar de ser novatas en el gregoriano y los motetes latinos, que tanto gustan a nuestra Madre y a las jóvenes cantoras, que se han esmerado de lo lindo en prepararlo todo.
Tras la Santa Misa, hemos departido en el locutorio con los asistentes y, como eran todos como de la familia, se han quedado a comer en nuestra hospedería. Según las ponderaciones, el menú ha debido resultarles exquisito, de lo cual nos alegramos infinitamente y agradecemos al hermano de nuestra Madre, Ciriaco Viñuelas, la generosidad en su donativo, con el cual hemos podido tener "una comida de reyes". También agradecemos los donativos de otras personas asistentes, que prefieren el anonimato, y con los cuales podemos afrontar mejor gastos extraordinarios, que tenemos ahora por motivos de salud. Dios se lo recompense abundantemente a todos.
La tarde también la pasamos juntos en el locutorio, y allí mismo se improvisó una verdadera hora de oración contemplativa, con las palabras que a D. Juan le salen de su endiosada alma. Con ellas hemos considerado toda la obra de la Redención, comenzando por la Creación del ser humano por amor y continuando por la obra más acabada de ése mismo Amor Divino: la Santísima Virgen, prototipo del alma consagrada y espejo en el que nos debemos mirar, para saber cómo se corresponde al amor de todo un Dios.
Desde este sitio en internet, solicitamos a todos nos ayudéis con vuestras oraciones a dar gracias a Dios, por tantas gracias concedidas en estos años y para que el ejemplo de vida de nuestra Madre, Mª Antonia del Espíritu Santo, sea semilla para futuras vocaciones Carmelitas, en nuestra Comunidad y en toda la Orden, y aliciente para una mayor generosidad y entrega a la vida de santidad de las que convivimos con ella.
¡Bendito y alabado sea siempre Nuestro Señor Jesucristo!
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