NUESTROS TRABAJOS

BENDICIÓN STMO. CRISTO

RETABLO CERÁMICO. EJECUCIÓN

SANTA TERESA Y SU ORACIÓN

5º CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE STA. TERESA DE JESÚS 2015

IGUAL DE VÁLIDAS SIGUEN SIENDO HOY ESTAS PALABRAS DEL YA BEATO JUAN PABLO II. SIGUE VELANDO POR NOSOTRAS, STO. PADRE

sábado, 26 de noviembre de 2011

1er.Domingo de Adviento

La palabra Adviento proviene del Latín, ad venire, que significa venir hacia. 
Realmente,se está perdiendo el sentido profundo de este Santo Tiempo, entre la apatía de demasiados cristianos y la gran tiranía del laicísmo vociferante, que quiere imponer a toda costa el relativismo moral y el ateísmo práctico como nuevas normas de conducta en una nueva humanidad sin Dios. De ahí, la pérdida casi absoluta, en nuestra sociedad moderna, del sentido verdadero y religioso de estas fiestas que comenzamos a preparar. A fuerza de imponer consumismo han hecho olvidar a muchos cristianos que ésta no es una fiesta pagana, una especie de vacaciones de invierno.
Dentro de unas semanas, el día 25 de Diciembre, se celebra el Nacimiento de Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, que tomó carne humana de las entrañas, siempre vírgenes e inmaculadas, de la Santísima Virgen María, desposada con José, de la tribu de David, en Belén de Judá.
Hay que recordarlo, una y otra vez, para que no se nos olvide ni perdamos el norte entre tanta baraúnda de juguetes y regalos; de vacaciones en la nieve o de comilonas exquisitas, en las que nadie sabe bien qué está celebrando.
Pero, además, este Tiempo de Adviento quiere recordar al cristiano y a todo hombre de buena voluntad que quiera recibir, sin prejuicios, lo que enseña la Santa Madre Iglesia Católica, que Cristo ha de volver al final de los tiempos, no ya en la pobreza y humildad del pesebre, sino en Gloria y Majestad, a juzgar las palabras, obras, deseos y omisiones de todos los corazones. Dicho así, algunos sentirán aún más temor de acercarse a Cristo y a su Iglesia. Nada más lejano de la realidad. El cristiano debe tener en su alma un continuo Adviento por el deseo ardiente de la venida del Señor; porque, ¿qué pueden significar nuestros pecados finitos ante su infinita Misericordia, siempre dispuesto a perdonar al que quiera ser perdonado? Entonces, ¿a qué tener miedo? Si ya nos enseña Sta. Teresita del Niño Jesús que, en Cristo, la Justicia no puede separarse de la Misericordia, ni ésta de la otra. Él conoce bien nuestra miseria, porque nos creó y luego la experimentó en Sí mismo, exactamente hecho igual a nosotros menos en el pecado, porque no puede pecar el que es la Santidad por esencia.
Dicho esto, lo normal en un fiel cristiano es, como decíamos arriba, vivir en continuo adviento, en continuas ansias de la llegada definitiva del Rey de reyes y Señor de todos los señores. Porque, hasta entonces, no será implantado completamente el Reino de Dios entre los hombres, y este Reino es el que da culmen a nuestro ser, a aquello para lo que fuimos creados y que todos, aunque por diversos caminos, anhelamos poseer: la felicidad. Entonces, todo ojo verá y toda inteligencia humana comprenderá, que la felicidad no es algo distinto de nosotros mismos, sino que nos vive dentro, porque la felicidad es DIOS y Él siempre nos habita, aunque no lo sintamos, cuando estamos en gracia y amistad con Él. E, incluso cuando queramos expulsarle de nosotros, no podremos del todo mientras vivimos, porque "en Él estamos, vivimos y somos". Separados de Él, en esta vida, moriríamos sin remedio y, lo que es peor si voluntariamente es querido y aceptado: viviríamos eterna muerte que no acaba.

De esta reflexión podemos sacar como consecuencia una muy clara decisión, o "determinada determinación", que diría nuestra Sta. Madre Teresa de Jesús, de renovar en nuestro interior el deseo y la petición de la esposa en el apocalipsis:



 "El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven, Señor Jesús! Y quien lo oiga diga: ¡Ven. Aleluya!" 

No hay comentarios: